Una tarde calurosa
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Publicado en:4 Junio 2023 6:08 pm
Última actualización en:28 Marzo 2024 1:47 pm 700 vistas
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Bueno, aprovechando que ya nadie entra en estas paginas puedo encuerarme tranquilamente y rascarme mientras leo mis mensajes. Bonito fin de semana...
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ÿHay alguien en casa?
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Publicado en:29 Mayo 2023 11:40 am
Última actualización en:28 Marzo 2024 1:47 pm 1418 vistas
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Creo que ya nadie escribe o lee los blogs. ÿQueda alguien en Passion o ya todos se fueron a otras páginas? Hace un par de años que no entraba por acá y está muy solitario. Por una parte está bien, asàpuedo decir lo que me plazca sin molestar a nadie, o subir fotos o video que no ofendan la sensibilidad actual. Bueno, probemos...
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El regalo de navidad
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Publicado en:17 Deciembre 2021 11:58 am
Última actualización en:28 Marzo 2024 1:47 pm 1164 vistas
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A raÃÂz de la pandemia abandoné mi vida licenciosa, entregada a la concupiscencia (o, como dice el diccionario, âÂÂal apetito desordenado de placeres deshonestosâÂÂ). No querÃÂa hacerlo, pero tuve que moderarme por razones de salud, pues no sólo eran los placeres de la carne, sino que también abusaba de la bebida y de la comida. Entré a esta página en el año 2010 porque habÃÂa roto con mi pareja. Después de estar casada por varios años buscaba divertirme, gozar de la vida, liberarme de toda atadura. Esperaba encontrar aquànuevos amigos, áy vaya que los conseguÃÂ! Por supuesto, era como en el FB: tenÃÂa cientos de âÂÂamigosâ con los que nunca llegué a platicar. Pero sàconocàa algunas decenas de personas divertidas e inteligentes, muchas de las cuales dejaron huella en mi vida. Esta página fue un gran descubrimiento para mày me dejé llevar totalmente por ese torbellino, sin pena y sin culpa. Estaba desatada. Cada quincena me citaba con alguien diferente; ÃÂbamos a cenar o a bailar, y si me gustaba la compañÃÂa prolongábamos la velada mucho más allá. Si Pitágoras no miente, tuve 24 citas ese año, y por lo menos unas veinte terminaron en la cama. Iba a cumplir 40 años y sentÃÂa que se me estaba yendo la juventud; sólo pensaba en buscar romances efÃÂmeros. Ese año del bicentenario fue el más promiscuo de toda mi vida. Estaba tan afectada emocionalmente que después de pasar todo el año en la puterÃÂa, al llegar la época navideña me sentàmal hasta por gente que no conocÃÂa: por los niños de la calle, por los albañiles que ofrecÃÂan su trabajo en las banquetas, por los vendedores que iban de puerta en puerta sin éxito, en fin; me sentÃÂa tan afligida por ellos que procuraba darles el mejor regalo que yo podÃÂa ofrecer. A los limosneros les regalaba un billete, por ejemplo (aunque no muy grande porque nunca me ha sobrado el dinero); a los niños de la calle les regalaba juguetes; a las viejitas les compraba lo que vendieran, aunque no me hiciera falta, etcétera. Ese año también comencé a dar su aguinaldo a varios jóvenes que a lo largo del año se desvivÃÂan por atenderme: el encargado de la tienda que no sólo subÃÂa el pesado garrafón del agua hasta mi departamento, sino que también lo colocaba en su lugar; el chico que todos los dÃÂas venÃÂa a ofrecerme antes que a nadie el pan recién salido del horno, y hasta el plomero-electricista (éste ya no tan chico) que siempre venÃÂa a ayudarme cuando lo necesitaba. A mi edificio entran todos los dÃÂas numerosos trabajadores, pero sólo ellos fueron amables conmigo; sólo ellos me vieron puesto el traje de Santa Claus con que les di su aguinaldo; sólo ellos me quitaron el traje de Santa, y sólo ellos guardaron nuestro secreto a salvo. También comprobaron que si a ellos les encanta dar, a màme encanta recibir. Con el paso de los años me fui estabilizando, y aunque me reconcilié con mi marido, convinimos en respetar nuestra privacidad mutuamente: será mi esposo, pero yo decido sobre mi cuerpo y mi sexualidad. Por fortuna, este trato nos funcionó muy bien. Eso sÃÂ: si yo iba a llegar tarde, iba a pasar la noche fuera o me iba a ausentar el fin de semana, le avisaba para que no se preocupara y santo remedio. De todos modos poco a poco dejé los encuentros fugaces, por lo menos en esa misma cantidad, hasta que llegó el covid. Desde entonces, por seguridad, por salud y, claro, también por la edad, decidàdejar atrás los encuentros con mis amigos. De vez en cuando entro a la página a charlar y comparto bromas o fotos, pero ya no mi cuerpo... por lo menos, mientras dure la pandemia. Ni modo, chavos. Por eso deseo una muy feliz navidad no sólo a todos los amigos con quienes compartàtan buenos momentos, sino también a aquéllos con quienes no tuve la suerte de convivir, a quienes por lo mismo ofrezco una disculpa. áLes deseo muchas felicidades y que la vida sea mejor para todos el año próximo!
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En el castillo de la pureza
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Publicado en:24 Noviembre 2021 4:31 pm
Última actualización en:28 Noviembre 2021 2:48 pm 1128 vistas
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Nunca participé en un gang bang en mi vida. Lo más cerca que estuve de hacerlo fue en la fiesta de fin de cursos del salón y eso sucedió porque era tonta y engreÃÂda, ya que actuaba por arranques, sin pensar en las consecuencias de mis actos, como resultado del alcohol, la cólera o el despecho. Esa reunión tuvo lugar en un salón de fiestas que nos facilitó el papá de un compañero, un castillo padrÃÂsimo, con alberca de esponjas, toboganes y una habitación acondicionada como discoteca, en la cual colgaba una esfera que, en la oscuridad, giraba y proyectaba luces de mil colores en las paredes. áMi primer antro! Como acababa de romper con mi novio llegué a la fiesta en plan de soltera. Mi reciente fama de chica mala me acercó a un grupito de chavas banda que yo antes evitaba porque las malas lenguas decÃÂan que eran libertinas y drogadictas; sin embargo, al conocerlas me di cuenta de eran bastante agradables. Nos encontramos en la fiesta y bailamos entre nosotras como locas. Mientras estuvo el encargado del lugar sólo hubo pizzas y refresco; cuando se fue, en las primeras horas de la noche, varios de los compañeros lo imitaron, pero poco después llegaron otros chicos, los maleados de la clase, quienes metieron a escondidas una garrafa de tequila. Pronto el licor comenzó a correr entre la horda de chamacos, que, al no estar acostumbrados a beber, comenzaron a actuar sin control, con la música a todo volumen. Entre los que llegaron tarde estaba mi ex. Llegó con otra chica y, por supuesto, ni siquiera me saludó; se dedicó a platicar con ella toda la noche. Quise fingir que no me importaba, pero hacÃÂa poco que habÃÂamos roto y me dio mucho coraje que ya anduviera con otra, asàque para demostrarle que estaba feliz sin él comencé a coquetear con todos. No me costó trabajo llamar la atención de los chicos, pues en cada giro que daba mi faldita se levantaba y me permitÃÂa mostrar algo más que mis lindas piernas, convirtiéndome en el centro de atracción. Como habÃÂa más hombres que mujeres, mis amigas y yo bailamos por horas, hasta que, agotadas, fuimos a sentarnos con los demás. Estaban en el rincón más lejano para que nadie viera la garrafa; en cuanto nos acercamos nos ofrecieron un vaso de tequila con refresco de toronja, el cual ingeràde un solo golpe. Sedienta, pedàotro y me lo bebàigual, hasta que se me quitó la sed. El alcohol y las risas hicieron que nos relajáramos. Asànos hubiéramos seguido por un buen rato, pero entonces alguien propuso jugar a la botella. Es un juego que todos conocÃÂamos, de modo que nos sentamos en cÃÂrculo y comenzamos de inmediato. Los retos eran muy difÃÂciles a propósito para que todos recibieran castigos, y en ese momento el principal (y único) castigo era tomar un caballito de tequila. Poco a poco todos fuimos castigados; los que estaban mareados por el licor acabaron borrachos, y los que conservábamos la conciencia comenzamos a sentirnos aturdidos, hasta que se acabó el tequila. Mientras iban a comprar otra botella se propuso cambiar el licor por los besos, cosa que aceptamos entre risas, pues la mayorÃÂa eran hombres. Yo estaba envalentonada por el alcohol y no tuve problema en besar a cuantos me tocaron; es más, el hecho de que ahàestuviera mi ex me espoleó para dar besos muy tronados. HabrÃÂa besado a todos los hombres si no hubiera sido porque algunos venÃÂan con sus novias, que jamás iban a permitir que la âÂÂzorraâ del salón se acercara a sus galanes. Tuve que hacer un alto para ir al baño y me quedé ahàun buen rato, porque me sentÃÂa algo mareada. Cuando regresé ya no vi a nadie y pensé que se habÃÂan ido, pero una de las chicas que encontré me dijo que se habÃÂan subido a la discoteca para seguir jugando. Me extrañó un poco, porque el lugar estaba muy pequeño. Cuando me asomé, me recibieron con aplausos. Apenas los distinguÃÂa en las penumbras y me senté donde pude. HacÃÂa mucho calor. Entonces alguien giró la botella y apuntó a una de mis amigas, quien, en lugar de besar a alguien, se levantó y se quitó la blusa. Esto me sorprendió mucho, hasta que el chico detrás de màme dijo en voz baja que el juego ahora era de prendas. Me encogàde hombros y aplaudàcomo todos los demás. Poco a poco nos fuimos desprendiendo de la ropa hasta que nos quedamos en paños menores. ÿSeguimos?, preguntó uno de los chicos. Todos nos miramos y, cuando una chica contestó: áseguimos!, reÃÂmos y aplaudimos. Lo que seguÃÂa prometÃÂa ponerse muy candente, asàque muchos compañeros desertaron. Sólo quedamos cuatro chicas (las chavas banda y yo) y seis chicos, todos ebrios. Lo curioso es que yo habÃÂa sido novia de tres de ellos, incluido mi ex, lo que me inspiró cierta confianza para seguir jugando. Reanudamos el juego y la primera en perder fue una chica; sin titubear se levantó, se quitó el sostén y se lo aventó en la cara a uno de los chicos; esto fue muy festejado y relajó el ambiente. Por eso, cuando me tocó a mÃÂ, no me costó tanto trabajo quitarme el bra. Nos encontrábamos en penumbras, de modo que mi desnudez estaba parcialmente oculta; sin embargo, pude darme cuenta de que los chicos se estaban excitando con tantos cuerpos desnudos. Uno de ellos, creyendo que nadie lo veÃÂa, comenzó a pajearse y eso me calentó un poco. Por eso, cuando desapareció la última prenda, alguien preguntó: ÿy ahora qué hacemos?, a lo que el mismo chico pajero contestó: que las chicas nos la mamen. Todos los hombres rieron y aplaudieron la ocurrencia, pero cuando una de las chicas les aventó: ok, ápero ustedes también!, entonces se quedaron callados. Antes de que dijeran algo, la misma chica giró la botella, que señaló al del anfitrión. Todos lo miramos y esperamos. ÃÂste se colocó frente a ella, abrió sus piernas, acercó su boca a su entrepierna y le dio algunos lengüetazos; inmediatamente se levantó y dio por cumplida su obligación. Todos protestamos, pero insistió en que ya lo habÃÂa hecho y giró la botella, que me apuntó a mÃÂ. Ahora todos me miraron. Desafiante, me hinqué delante de él, agarré su miembro y, después de tomar aire, me lo llevé a la boca. Estaba decidida a mostrarles cómo se hacÃÂa, de modo que a base de succiones y jalones levanté ese pene semierecto hasta que logró eyacular en medio de su borrachera. Nadie habÃÂa perdido detalle y al final estallaron en aplausos. Acto seguido hice girar la botella y le tocó a una de las chicas; sin amilanarse, metió su boca en mi pubis y movió los labios con tal destreza, con tal sapiencia, que me abandoné completamente a esas sensaciones. Sentàque me deshacÃÂa en sus manos, que me arrancaba el alma con su boca, y no se despegó de màni siquiera cuando empecé a agitar la cadera por las múltiples vibraciones que manaban de mi vagina. Por fin pudo apartarse, pero me dejó en un estado altamente sensible. Ante tales ejemplos, los demás tuvieron que hacer lo mismo y el ambiente se cargó de tanto erotismo que un roce provocaba una reacción en cadena. Aprovechando la oscuridad, estimulado por el alcohol, excitado por lo que ocurrÃÂa en el centro de la habitación, alguien atrás de màme acarició el hombro. Sentàuna corriente eléctrica recorrer mi espalda. Estaba hincada, con los glúteos descansando sobre la planta de mis pies, viendo hacia el centro del cuarto; de reojo vi a la persona que estaba sentada detrás de mÃÂ, y sin variar la posición de mi cuerpo me arrastré hacia atrás tratando de no llamar la atención, poco a poco, hasta que mis nalgas sintieron la cercanÃÂa de su miembro. ÃÂl también estaba de rodillas, pero habÃÂa abierto las piernas para recibirme. Levanté un poquito las caderas, apoyé mi mano izquierda en su rodilla izquierda, la mano derecha en su rodilla derecha y poco a poco bajé mis caderas. Sentàla puntita de su miembro chocar conmigo y sentàde inmediato cómo movÃÂa el pene buscando alguna cavidad, hasta que encontró la entrada. Cuando sentàsu glande en mi puerta, me dejé caer sobre él y pude sentir cómo entraba, lo que me arrancó un gemido muy leve. Ya no supe si me escucharon o si seguÃÂan viendo a la pareja en el centro, yo me concentré en ese animalito que ahora hurgaba mis entrañas y dejé la sutileza para disfrutarlo de mejor manera, sin preocuparme de los demás; estaba tan excitada que sentàque me orinaba sobre el regazo del chico, y por un brevÃÂsimo momento pude ver frente a màa mi ex, mirando cómo dejaba caer las nalgas una y otra vez sobre un chico que no era él. Aquello me excitó tanto que pronto sentàque un estremecimiento subÃÂa desde mi ombligo hasta mi cabeza y un desvanecimiento que me hizo recargarme por completo en aquel chico, que me abrazó y me llenó de besos. Ahàperdàla noción del tiempo. Me sentÃÂa tan a gusto en esa silla que cuando me tocaba mi turno simplemente me enderezaba, cumplÃÂa con el castigo y me dejaba caer de nuevo en mi deliciosa silla. No sé por cuánto tiempo estuvimos ahÃÂ, pero la botella me señaló varias veces y cumplàhasta que me dieron ganas de orinar y vomitar. Me puse lo que encontré de ropa y corràal baño. Ya no habÃÂa música y sólo quedaban un par de parejas en la planta baja. Cuando volvàal cuarto, el juego habÃÂa terminado. Ya era tardÃÂsimo. Localicé el resto de mi ropa y me vestÃÂ. Me sentÃÂa muy mareada; afortunadamente uno de mis amigos se ofreció a acompañarme a casa. Apenas recuerdo cómo llegué a casa. Mi padre me dio la regañiza de mi vida y me castigó por tiempo indefinido. Cuando volvàa la escuela el lunes siguiente sentàel ambiente más pesado; ya no escuchaba sólo risitas o cuchicheos, ahora hablaban de màsin disimulos como la zorra del salón; al principio atribuàla animadversión a la envidia de las últimas semanas, pero una de mis amigas me contó algo que sigo sin poder creer: tal parece que la persona que estaba detrás de màno era la misma siempre, pues los chicos se recorrÃÂan cuando me levantaba para cumplir mi castigo, y como nunca me fijé en quién me servÃÂa de silla, excitada y borracha, pasé por alto semejante detalle. Según mi amiga, no me lo habÃÂa dicho porque pensó que yo me habÃÂa dado cuenta. Me quedé atónita al escuchar semejante versión y opté por no hacerle caso: eso no pasó. Por si acaso, conforme cumplÃÂa mi castigo y entraba a la prepa, me hice el propósito de jamás volver a beber como lo hice en esa fiesta. Y aunque sé que no hice lo que dicen que hice, juré que nunca lo volverÃÂa a hacer. Y he cumplido.
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Primus fellatio
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Publicado en:19 Noviembre 2021 11:54 am
Última actualización en:16 Mayo 2023 5:26 pm 1675 vistas
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Despues de mi primera vez comence a tener novios, muchos novios, pero evitaba en lo posible el sexo, hasta que un tipo me movio el tapete. Me acompaniaba a casa y nos quedabamos platicando en la puerta del edificio hasta que se haciÃÂa tarde y saliÃÂan a buscarme; por eso cambiamos a las escaleras que dan acceso a la azotea, donde estan los lavaderos. La penumbra es el lugar propicio para el amor; ahiàaprendiàa conocerme mejor y a descubrir los deseos masculinos. A el le encantaba tocar mis pechos y a mi me excitaba sentir sus caderas; cada uno de sus movimientos causaba sutiles cambios en mi cuerpo: pequenias contracciones dentro de miÃÂ, humedad en mi vagina, mayor sensibilidad en mi cliÃÂtoris. De tanto frotarnos nos parecio lo mas natural comenzar a manipularnos mutuamente. El era bastante tosco y no siempre lograba prenderme; en cambio, yo aprendiàa sobar su entrepierna con tanta soltura que bastaron dos noches para hacerlo llegar a su cliÃÂmax. Pero el resultado final era incomodo para el, pues su ropa quedaba sucia y, peor aun, manchada. Entonces dimos el siguiente paso: subimos a la azotea y nos metimos a la jaula donde se tiende la ropa. Junto a la lavadora habiÃÂa un banquito donde nos sentamos, nos besamos, nos acariciamos y, cuando sentiàel entumecimiento de su miembro, metiàla mano dentro de su pantalon y lo agarre. No era facil manipularlo asiÃÂ, de modo que lo hice levantarse, le baje el cierre y lo saque. Un pene joven, delgado, hermoso. El fresco de la noche lo desanimo un poco, pero el contacto con mi mano lo volvio a prender y bastaron unos pocos jaloncitos para que comenzara a temblar: primero se puso rojo, luego se puso blanco y al final escupio su contenido. La experiencia me parecio fascinante, pues nunca habia visto tan de cerca como funcionaba la naturaleza humana. A partir de entonces subiamos directamente a la azotea y de inmediato pasabamos a la masturbacion; mientras el chupaba mis pechos, yo me hice una experta en menearlo y no descansaba hasta verlo explotar en mis manos. Una vez que nos hicimos diestros en ambas actividades, sentimos que estabamos listos para algo diferente. Yo me seguiÃÂa resistiendo a la penetracion vaginal, pues teniÃÂa miedo de embarazarme (desconociÃÂa la existencia de los anticonceptivos y me daba pena andar preguntando, asiàque preferi abstenerme por completo), pero pase sin problemas a otra forma muy comun de satisfacerlo; una forma, digamos, oral. Una de mis pocas amigas me conto alguna vez su experiencia, y aunque entonces me horrorizo la idea, cada diÃÂa creciÃÂa en miàel deseo de probarlo. Una noche que tenia el miembro en la mano empece a darme cuenta de que, a diferencia del tronco, la cabecita era muy lisa, muy suave, y sentiàel deseo de tocarla con los labios; lamentablemente, en cuanto me acerque me llego un aroma desagradable que me hizo voltear la cara. El me detuvo e hizo que acercara la boca de nuevo; alcance a poner los labios en ella, pero no pude soportar el olor y de plano me negue. Perdio esa vez, pero no se dio por vencido: regreso y me convencio de subir de nuevo; a fuerza de insistir, llegamos al momento culminante y me juro que ahora si me iba a gustar. Me tapo los ojos con un panuelo y asiÃÂÃÂ, enceguecida, me puso algo en los labios; al principio me eche para atras, pero en cuanto percibi el sabor abriÃÂàla boca: me encanta el chocolate. Luego me ofrecio otro; antes de abrir la boca acerque la nariz y me asegure de que fuera un chocolate; entreabri la boca y alargue los labios para envolverlo con ellos. Delicioso. Cuando me ofrecio el tercero saque la lengua para saborearlo, pero, aunque sabiÃÂÃÂa a chocolate, de inmediato supe que era algo distinto. Con precaucion lo chupe y lo seguiÃÂàchupando hasta que se acabo el chocolate; no sabiÃÂÃÂa a nada, pero lo mejor es que no oliÃÂÃÂa a nada, y ya no tuve argumentos para seguirme negando. Con los ojos tapados me concentre en el dulce que teniÃÂÃÂa en la boca y me di a la tarea de chuparlo para familiarizarme con su forma. Al principio los dientes me estorbaban, pero aprendiÃÂàa abrir la mandiÃÂÃÂbula sin despegar los labios de su piel y a mover la lengua para acariciarlo y pegarlo al paladar, aunque tambien aprendiÃÂàque era mas facil succionar solo su glande, pues tenerlo todo en la boca es realmente estorboso. Me quite el panuelo de los ojos para ver, ahora siÃÂÃÂ, lo que teniÃÂÃÂa en la boca, y cuando levanto la mirada pude ver que estaba encantado con mi boca; sus ojos brillaban en la oscuridad y estaba jadeando. Poco a poco empezo a meterlo y sacarlo como si mi boca fuera la cavidad que no le habiÃÂÃÂa ofrecido y, antes de que me diera cuenta, el muy cretino se vino con una gran sonrisa. Estaba a tal grado hipnotizada con sus gestos que no me di cuenta de lo que estaba pasando hasta que empece a sentir un nuevo sabor que no era chocolate. Entonces me cayo el veinte del fluido ligeramente viscoso que teniÃÂÃÂa en la lengua y su sabor me dio tanto asco que me fui al lavadero y comence a escupirlo, lavandome la boca con agua directamente de la llave, hasta que se me paso la nausea. Apenado, me ofrecio los demas chocolates que traia en la bolsa y me los comiÃÂàtodos de un jalon, hasta que se me quito su sabor. Pasaron muchos diÃÂÃÂas antes de que lo perdonara, pero en cuanto volvimos a subir reanudamos nuestros encuentros intimos. Poco a poco empece a acostumbrarme al sabor aquel (sin disfrutarlo del todo) y aprendi sus ritmos, cuanto tiempo tenerlo en la boca y cuando sacarlo. Provoque muchas eyaculaciones antes de decidirme a saborear de nuevo ese yogur. Un consejo de mi amiga es que me lo metiera hasta el fondo de la boca; asiÃÂÃÂ, cuando se viniera, el lÃÂÃÂquido se iriÃÂÃÂa directo a la garganta y me evitariÃÂÃÂa problemas con su sabor; con el tiempo pude tolerar conservarlo en la lengua, aunque pocas veces acepte tragarlo. Y asiÃÂàhubiera pasado mi juventud si no hubiera conocido a otro chico, mas guapo, alegre y atractivo, quien, despues de varias citas, me convencio de probar su eliÃÂÃÂxir: entonces el cielo se ilumino: ÃÂásu sabor era dulce y me encanto! AprendiÃÂàentonces que habiÃÂÃÂa varios sabores y, a la larga, me hice adicta al mas dulce. Un diÃÂÃÂa, mi novio se entero de que le habiÃÂÃÂa puesto el cuerno y me mando al carajo; por supuesto, en venganza le conto a todo el mundo que me gustaba mamar verga y me pinto como la mas grande de la escuela. Claro que me gustaba, pero esto me creo una pesima fama en el salon, la cual me acompano hasta que termine la educacion media; sin embargo, al mismo tiempo me hizo una chica muy popular, pues desde entonces me hice de muchos pretendientes atraidos por mis habilidades. Por suerte para mi, por esas mismas fechas nos cambiamos de casa y entre a una prepa lejos de ahiÃÂÃÂ, a salvo de mi mala fama. Por otra parte, ese tipo de experiencias me sirvieron para fortalecer mi caracter, no darle importancia a la opinion de los demas y seguir con mi intento de hacer de mi vida algo especial. De cualquier forma, esa etapa de mi vida fue maravillosa; y hubiera sido mejor de no ser por la fama que adquiriÃÂày por lo que ocurrio en la fiesta de fin de cursos, donde dicen que me cogiÃÂàa todos mis amigos. La verdad, sigo sin recordar que paso esa noche. Pero esa historia la dejo para el proximo relato.
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Mi primera vez
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Publicado en:16 Noviembre 2021 5:05 pm
Última actualización en:16 Mayo 2023 5:27 pm 1213 vistas
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Todos nos acordamos del primer beso, el primer amor o el primer diÃÂa en la escuela; yo recuerdo mi primera relacion sexual, y como no es algo que pueda contar a mis nietos, prefiero recordarlo aquiÃÂ. Fue algo espontaneo y muy especial para miÃÂ. De hecho, lo describiàen estas paginas hace algunos anios y me encanta volverlo a vivir. Como dije en otro relato, siempre he sido muy alegre, pero en esa epoca nacio mi exhibicionismo: soliÃÂa pasear por la casa en minifalda; me gustaba cantar, reiÃÂr, bailar y, sobre todo, jugar con los hombres de la casa. les hable de mi primo el mayor, quien me dio mi primer beso. Sus padres lo habiÃÂan enviado con nosotros para que estudiara en un mejor colegio; en las vacaciones regresaba al campo, donde viviÃÂa su familia, y nos invitaba a ir a todos. Esos diÃÂas montabamos a , nadabamos en el riÃÂo y nos la pasabamos en la pura diversion. En el campo habiÃÂa mucho espacio; en cambio, en la ciudad viviÃÂamos hacinados y por eso nos molestabamos mucho; era una lucha constante todo el tiempo, menos con mi primo, y mucho menos despues de aquel beso; ahora lo veiÃÂa diferente y trataba de que el me viera igual. Me encantaban sus ojos verdes, sus pecas, su cabello largo. Procuraba estar junto a el, pero no se me ocurriÃÂa de que platicarle y acababa riendome como una boba; cuando se me quedaba viendo, me poniÃÂa roja y mejor me iba corriendo. Intentaba hacerme mas visible ante sus ojos sin que se dieran cuenta los demas, llevandole un chocolate, platicandole de su equipo favorito o preguntandole cosas para hacer mi tarea, en fin, aprovechando que por las noches se encerraba en su cuarto para estudiar. Hasta ahiàllegaba yo para sentarme en su cama subiendo una pierna en ella, lo que me levantaba la falda, o sencillamente me acercaba cuando estaba acostado, con el pretexto de buscar algo en el ropero o de asomarme por la ventana, y poniÃÂa mis piernas a la altura de sus ojos, al alcance de sus manos, fingiendo no darme cuenta de que estaba a diez centiÃÂmetros de mi. Otras veces, cuando mis hermanos y el estaban acostados en la cama viendo comics, entraba yo sin tocar y me sentaba junto a ellos, o de plano me trepaba encima de cualquiera preguntando que estaban haciendo, hasta que me tiraban o me corriÃÂan. Cuando no lograban deshacerse de miÃÂ, se levantaban y se iban a jugar al patio, dejandome acostada hasta que me ganaba el suenio. Yo no teniÃÂa ningun proposito definido con mi primo, simplemente me gustaba estar junto a el; si acaso, arrancarle algun otro beso y ya. Me hubiese encantado ir al cine con el, andar abrazados en la calle o salir de paseo tomada de su mano, pero no podiÃÂamos ser novios porque eramos primos, punto. Lo que ocurrio no fue premeditado. Sucedio en las vacaciones de verano. Como siempre, nadamos en el riÃÂo, ordeniamos vacas, etc. Lo novedoso fue que me toco pastorear al ganado; mientras cuidaba que los borregos no se perdieran, vi un par de caballos galopando, como jugando o peleando, y de pronto uno de ellos se paro detras del otro, se levanto y puso sus patas delanteras sobre el lomo del otro. Pero lo que mas me fascino fue ver el tubo negro que colgaba debajo de el y que acabo metiendo en el otro . Me quede estupefacta. Al verme, mis primos comentaron que la yegua estaba en celo, pero que eso no era nada: en los proximos diÃÂas iban a traer un toro para que montara a las vacas, áy eso siàque era un gran espectaculo! Yo seguiÃÂa en shock, sin poder procesar lo que habiÃÂa visto, y mejor me regrese a la granja. No teniÃÂamos casa en el rancho, asiàque los tiÃÂos nos hospedaban en su granja; y como no teniÃÂan cuartos de huespedes, nos repartiÃÂamos para dormir primos con primos, primas con primas. Sin embargo, mis primas eran mayores que yo y siempre estaban ocupadas con sus tareas, de modo que para no aburrirme terminaba buscando a mi primo favorito. Lamentablemente, no siempre coincidiÃÂamos: eramos mas o menos de la misma edad, pero el sabiÃÂa andar a o manejar un tractor y eso le daba un aire de confianza y seguridad. A veces se ausentaba todo el dia; solo llegaba a su casa para comer y se volviÃÂa a ir. Una tarde, el tiÃÂo nos invito a ir a San Juan a ver unas vacas que queriÃÂa comprar; solo se iban a quedar mi tiÃÂa y una prima para hacer la comida. Yo no teniÃÂa ganas de ir, pero tampoco queriÃÂa quedarme sola con ellas; cuando estaba a punto de subir a la camioneta, vi a lo lejos que veniÃÂa mi primo en su . Apenas lo vi, le dije a mi tiÃÂo que me doliÃÂa un poquito la panza y que mejor queriÃÂa acostarme un rato. La tiÃÂa se ofrecio a cuidarme y subiàa mi cuarto. Ahiàme quede un ratito, acostada en la cama, hasta que se fueron; cuando escuche los pasos de mi primo en el corredor, dirigiendose a su cuarto, me levante, me quite el pantalon que usaba para andar en el campo y me puse mi faldita. Procurando no hacer ruido, fui al cuarto de mi primo para ver que estaba haciendo; como siempre, entre sin tocar. Fue algo muy curioso: estaba acostado en la cama, ásobre su almohada!, viendo una revista; apenas me vio metio lo que leiÃÂa debajo de la almohada. Fingiendo ignorancia, me acoste junto a el y le pregunte que leiÃÂa. Me dijo que nada, mientras se levantaba; aproveche ese descuido para meter la mano bajo la almohada. Quiso evitarlo, pero era tarde: puse la revista en mi pecho y me acoste boca abajo para evitar que me la quitara; luego trate de levantarme, pero el me jalo hacia la cama y comenzo a forcejear conmigo, yo muerta de la risa, el todaviÃÂa serio. Despues cambio de tactica y empezo a hacerme cosquillas para que soltara el comic; yo me retorciÃÂa de la risa, pero seguiÃÂa sin soltarlo, hasta que por fin parecio darse por vencido. Se quedo acostado viendo al techo. Al verlo serio deje de reiÃÂr, despegue la revista de mi pecho y le pregunte si podiÃÂa verla con el. Suspiro y dijo que siÃÂ. Me acoste y me acerque a el, para que los dos pudieramos ver. Era uno de esos comics con chistes y dibujos de mujeres desnudas. TeniÃÂan pechos enormes, como globos. Deje de ver la revista, voltee a verlo y le pregunte: ÿte gustan asiàlas mujeres? Solo sonrio e hizo un gesto de aprobacion. Yo no estoy asiÃÂ, le dije, ÿte parezco fea? áComo crees!, respondio, áeres muy bonita! Le pellizque suavemente la mejilla y le di un beso. Seguimos leyendo cuando me acorde de algo. Oye, le dije, ayer vi a un montar a una yegua. Esta en celo, contesto. Es la epoca; si quieres ver mas, maniana van a traer un toro para que monte a las vacas. ÿAunque les duela? No les duele, respondio. Les gusta. No dije nada y volviàa abrir la revista, pero poco despues volviàa la carga: oye, ÿcomo sabes que les gusta? A todas les gusta, concluyo. No dije nada y nos quedamos en silencio. Seguimos leyendo. HabÃÂa algunas fotos de mujeres desnudas y me detenia en ellas, para que las viera mejor. SentiÃÂa su aliento en mi oreja; habiÃÂa pegado su mejilla a la miÃÂa para poder leer, teniÃÂa su brazo sobre mi cintura y podiÃÂa sentir su cuerpo. Su corazon latiÃÂa muy rapido y poco a poco sentiàque pegaba su cadera a la miÃÂa. Como habiÃÂa experimentado en el sillon de la casa, diÃÂas atras, volviàa sentir su vientre duro y caliente. Entonces me dijo: ÿquieres saber que sienten las vacas? Por un momento me quede muda, sin entender, pero pudo mas mi curiosidad y sin pensar, por pura travesura, le dije: ámuuuuy bien! La casa estaba en silencio. En la cocina se escuchaba como preparaban la comida. Y arriba, en la recamara del fondo, el unico ruido que se oyo por unos instantes fue el del pasador con el que mi primo cerro la puerta de su habitacion. Cuando vi que tambien cerraba las cortinas me dio un ataque de panico; comence a respirar muy fuerte y a temblar, no se si de miedo o de friÃÂo. ÿMe habriÃÂa excedido? ÿQue me iba a hacer? Sentiàuna sensacion nueva en el estomago, como el estres antes de los examenes. Volvio a la cama y me abrazo; al darse cuenta de que estaba temblando, jalo la colcha, se acosto junto a miày cubrio nuestros cuerpos. Asiàpermanecimos unos minutos, hasta que deje de temblar y me acurruque junto a el. Tengo suenio, le dije. Duermete, respondio, y comenzo a acariciarme. Nooo, va a venir tu mama, susurre. Nunca viene, contesto. Sentiàsus manos tocar mi rostro, mis brazos, mi vientre, una y otra vez, hasta que dejo la mano descansar en mi cadera. La acaricio lentamente, sintiendo su curvatura, sin apretarla, apenas rozandola. Era imposible conservar la calma y mi respiracion se incremento notablemente. SentiÃÂa la cara muy caliente y no podiÃÂa respirar bien, pero procuraba no moverme, esperando la proxima caricia. Por mi inmovilidad parecia que me habia quedado dormida, pero mi respiracion agitada decia lo contrario. Por eso lo sentia titubeante, aunque sin dejar de acariciarme. Bajaba la mano para tocar mis piernas y volviÃÂa a subirlas hasta la cadera. Poco a poco sentiàsus caricias mas intensas, mas atrevidas; sus manos estrujaban abiertamente mi carne, pero aunque poco a poco comenzo a tocar partes que nadie me habiÃÂa tocado jamas, permaneciàcon los ojos cerrados. Eso siÃÂ: cuando me beso en la boca, le correspondiàcon fuerza, con pasion, tratando de comportarme como lo hariÃÂa una novia. Cuando estuvo seguro de que no iba a irme ni a gritar, me acaricio el cabello, me dio un beso en la mejilla y, acto seguido, me quito la falda y me bajo los calzoncitos a media pierna. Sentiàlas mejillas muy calientes y de inmediato me vino a la mente la imagen del montando a la yegua. Se dio cuenta de mi nerviosismo y me abrazo para calmarme. Logro tranquilizarme, pero cuando volviàa sentir su mano directamente en mis nalgas se me seco la boca. RecorriÃÂa mis nalgas una y otra vez con la mano; a veces bajaba su cara y me tocaba con sus mejillas y luego con sus labios. Me dio muchos besos, y poco a poco me sentiàmas comoda con su contacto, hasta que mi respiracion se normalizo. Cuando estaba mas tranquila se levanto de la cama por unos instantes, y antes de que abriera los ojos para ver que estaba haciendo se volvio a acostar junto a miÃÂ, pero esta vez senti algo totalmente distinto. Estaba sobre mi costado izquierdo, con los calzoncitos a media pierna, y entonces sentiàque me tocaba algo muy caliente, muy duro; cuando advertiàque era volvioÃÂa faltarme la respiracion. Pero no me dio ningun otro abrazo: con su cuerpo me puso totalmente boca abajo, se coloco encima de miày me planto en medio de las nalgas un trozo de carne que entonces sentiàenorme. Me lo paseo por el espacio que hay entre mis nalgas, empujandolo, presentandomelo, pero sin tratar de meterlo; pegaba sus caderas a las miÃÂas y las empujaba hacia adelante, no se si jugando o intentando meterlo, pero cada intento me secaba cada vez mas la boca y poco a poco empece a experimentar un hueco en el estomago, unas ganas inmensas de ir al banio, en fin, sensaciones diversas que no sabiÃÂa exactamente como interpretar. Senti que me ahogaba, tanto que tuvo que acercarse a miÃÂ, pegando su mejilla a la miÃÂa para darme besos. Entonces me volvio a morder la oreja y me pregunto: ÿquieres? Yo queria levantarme e irme a mi cama, pero cuando abri la boca solo salio una palabra, como un susurro: si. Confiado, se volvio a acostar encima de miÃÂ, sofocandome con su peso; aunque de inmediato se volvio a levantar, se sento a horcajadas sobre mi cadera, otra vez recorriendo las comisuras de mis nalgas con su pene. En cierto momento me abrio ligeramente las piernas y trato de colocar su miembro entre mis nalgas viÃÂrgenes. Empujo con suavidad, pero su pene resbalo; lo intento de nuevo y otra vez fallo. No pudo entrar ni una tercera ni una cuarta vez, pues el pene resbalaba; me sentiàun poco aliviada y hasta empece a animarlo (mentalmente). Llegue a pensar que no iba a pasar nada relevante y eso me sirvio para relajarme; por eso no le di tanta importancia cuando se unto saliva en su miembro, de lo que me di cuenta cuando empece a sentirlo humedo; ni tampoco cuando coloco la punta en la entrada de mi culito, moviendola alrededor de ella, como acariciandola con su cabecita. Cuando vio que este masaje abriÃÂa un poquito la entrada (o asiàlo estaba yo sintiendo), lo empujo de un solo golpe. Tuve que enterrar mi cara en la almohada para sofocar mi grito. Pero no fue de dolor; mas bien fue de asombro, de sorpresa, quiza de excitacion. Entonces no sabiÃÂa nada de orgasmos, lo que sentiàde inmediato fue que el pepino que me metio habiÃÂa llegado hasta mis heces, pues sentiàganas de defecar, de ir al banio, creia que se habiÃÂa abierto el esfiÃÂnter y que saldriÃÂa todo lo almacenado. Quise levantarme, pero no pude, pues me teniÃÂa como remachada, como atornillada a la cama. Por un instante parecia que me lo iba a sacar, y entonces lo sentiàde verdad: algo distinto a miàestaba saliendo de miÃÂ, se habiÃÂa abierto paso haciendo a un lado lo que se encontraba de frente, y cuando se retiraba senti que dejaba un hueco tras de siÃÂ; cuando lo volvio a meter sentiàque llenaba ese hueco, pero ahora sentiÃÂa tambien que me ganaban las ganas de hacer pipiày trate de apretar las piernas, pero de cualquier modo sentiÃÂa humedad corriendo por mis muslos, o al menos eso pensaba. Pero nunca fue dolor, era una sensacion totalmente nueva que sigo sin poder describir; entonces comprendi lo que sentiÃÂan las perras en la calle, la yegua aquella o las vacas ante el toro. Ahora conocÃÂa mejor mi cuerpo y sus alcances, asimilando las nuevas sensaciones, sintiendo como la sacaba y la volviÃÂa a meter. Comence entonces a saborear una verga por primera vez en mi vida, entrando y saliendo de mi cuerpo. Hubiera querido entonces ampliar mi interior para absorberla por completo, pero era inutil: mas adentro no la podiÃÂa meter. Despues nos quedamos inmoviles, yo acostada boca abajo en la cama, el encima de miÃÂ. No se habiÃÂa movido mas que dos o tres veces. No se si no sabiÃÂa que teniÃÂa que moverse o simplemente si habiÃÂa eyaculado muy pronto; la cuestion es que durante un par de minutos ni el ni yo nos movimos y nos quedamos pegados, siendo una sola persona, hasta que por fin se levanto y saco su miembro de un jalon. Senti entonces el hueco que quedaba vaciÃÂo, el reacomodo de mis tripas, y temiàque se me saliera algo por allaÃÂ, por lo que cerre con fuerza las piernas. Al mismo tiempo sentiàque mi calzoncito subiÃÂa por mis piernas, pero para ponermelo hasta arriba necesitaba que me levantara un poquito. Como permaneciàinmovil, lo dejo hasta ahiÃÂ, me dio un beso en la mejilla, me tapo con la cobija y salio de su cuarto. En cuanto escuche sus pasos en el pasillo, me levante lo mas rapido que pude, me puse bien mis calzoncitos, me coloque mi falda, me asome para ver si habiÃÂa alguien cerca y, cuando vi que todo seguiÃÂa silencioso, me eche a correr al banio. Me quede ahiÃÂcomo media hora, pensando en lo que habiÃÂa sucedido, reflexionando si me habiÃÂa gustado o no, si era lo que habiÃÂa intuido o si habiÃÂa quedado embarazada, hasta que escuche la voz de mi tia avisandome que ya podiÃÂa bajar a cenar. Solo cenamos mi tiÃÂa y yo. El se habiÃÂa ido. Mejor para miÃÂ, porque no habriÃÂa podido mirarlo a la cara. Cuando regresaron todos me preguntaron como me sentiÃÂa. Y les dije la verdad: un poquito descompuesta. Sin embargo, al diÃÂa siguiente me sentiàmejor. No teniÃÂa dolor ni molestia alguna. Pero el no se acordo de miÃÂ, lo que me dejo un tanto decepcionada. No volviàa verlo hasta la noche, cuando llego a cenar. Yo estaba viendo la tele cuando se me acerco y me pregunto como estaba. Sentiàque me poniÃÂa un poquito roja, pero cualquiera que se hubiera dado cuenta habriÃÂa pensado que eran secuelas de la fiebre que nunca tuve. Bien, gracias, le dije secamente. No lo volviàa ver hasta el ultimo diÃÂa de las vacaciones. Todos nos despedimos efusivamente de los tiÃÂos y de los primos; los abrace uno por uno, agradecida por todo lo que hicieron por miÃÂ. Cuando me despediàde el, lo abrace, le di un beso en la mejilla y le dije, delante de todos: Muchas gracias por todo. Me gusto mucho. Solo sonrio y me dijo: Gracias a ti. Nunca nadie sospecho. Solo lo supimos el y yo. Siguio viviendo en la casa por un tiempo mas, pero ya no volvio a buscarme. Nunca supe por que. ÿNo le habriÃÂa gustado? ÿNo me queriÃÂa cerca de el? ÿTemiÃÂa que lo fuera a acusar? No sabiÃÂa si era por el o por miÃÂ, pero algo habiÃÂa cambiado. Y yo tampoco lo busque, para que voy a mentir. Y asiàdejamos de vernos por anios. A veces coincidimos en eventos importantes de la familia. Por supuesto, hemos cambiado mucho; el tiene musculos ahora, pero todaviÃÂa conserva el pelo largo, sus pecas y unos hermosos ojos verdes que, cada vez que me miran, hacen que las piernas se me doblen.
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Una tarde lluviosa en el auto
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Publicado en:12 Noviembre 2021 10:11 am
Última actualización en:16 Mayo 2023 5:31 pm 1482 vistas
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ÿSexo en el auto? Mmmh, sÃÂ, alguna vez lo hice, pero me pareció muy incómodo. Era universitaria y me reunÃÂa con los chicos del salón en el estacionamiento para beber cerveza; habÃÂa salido con varios de ellos y me llevaba bien con todos. De ahàsolÃÂamos ir al cine o a bailar. En una ocasión decidimos ir a un autocinema en Ciudad Satélite. Ya no recuerdo qué pelÃÂcula pasaban; el lugar estaba casi vacÃÂo y el sonido era pésimo, pero a mis amigos les fascinó una escena en que los protagonistas tenÃÂan sexo en el asiento trasero de un auto. Apenas la vieron comenzaron a hacerme insinuaciones, pero yo los mandé al cuerno. Estaba aburrida y sugeràque mejor nos fuéramos; estuvieron de acuerdo y nos metimos al auto. Error: estaba en el asiento trasero, flanqueada por dos de mis ex, y apenas arrancó el auto, uno de ellos pasó su brazo sobre mis hombros y otro me tocó la pierna; molesta, quité sus manos de mi cuerpo. Si estaban pensando en sexo grupal se habÃÂan equivocado de persona, por lo que les dije que si iban a estar en ese plan mejor me bajaba; estaban algo ebrios, pero finalmente se disculparon y me juraron que ya se iban a comportar. ConocÃÂa al conductor desde la prepa y éramos vecinos, asàque después de dejar a los demás cerca de Atizapán ofreció darme un aventón a casa. Acepté con gusto. VivÃÂa con mi familia en Lago de Guadalupe, en los suburbios de la Ciudad de México, y siempre tardaba horas en llegar, por el tráfico vespertino. Asàque disfruté mucho mi paseo. Era la época de lluvias, por lo que no fue sorpresa que en el camino se soltara el aguacero; cuando llegamos, la lluvia habÃÂa arreciado y preferàesperar a que amainara, pero pasaron los minutos y, en lugar de terminar, parecÃÂa incrementarse. Era un espectáculo maravilloso y lo contemplamos en silencio, pues los truenos acallaban nuestra conversación. Por fortuna, vivÃÂa en la parte alta de una colina y los torrentes de agua no inundaban la casa, sino que bajaban formando verdaderos rÃÂos. Muy pronto los vidrios del auto comenzaron a empañarse y a impedir totalmente nuestra visibilidad. Además, los relámpagos comenzaron a ponerme nerviosa; quise fumar, pero entendàque no habrÃÂa manera de sacar el humo, pues la lluvia golpeaba furiosamente los cristales del auto, asàque simplemente me recargué en el asiento. Mi amigo me ofreció una galleta, y mientras la comÃÂa me apoyé en su hombro. Esta vez no lo rechacé cuando pasó su brazo sobre mi hombro, pues se estaba haciendo tarde y se sentÃÂa fresco. Nos quedamos asàpor un instante, dándonos calor mutuamente. Sentàque apretaba mi hombro con su mano y puse la mÃÂa sobre su pecho. Percibàcuán rápido latÃÂa su corazón. HabÃÂamos sido novios en la prepa, pero duramos poco y nos hicimos amigos. En aquel momento me sentàa gusto recargada en su pecho. SentÃÂa calor y protección ante los rayos. Alcanzaba a ver sus vellos saliendo de su camisa y no pude evitar tocarlos. ReÃÂmos y me apretó más. Recargada sobre él, mi brazo izquierdo descansaba sobre su pierna derecha. Yo no tenÃÂa ninguna intención, pero creo que él interpretó lo contrario, porque volteó su cabeza y comenzó a oler mi cabello. Entonces lo tenÃÂa largo, más abundante, y el champú que usaba hacÃÂa que oliera rico, como a frutas, por lo que pegó su nariz y, al mismo tiempo, su boca a mi cabello. Al sentir que me besaba el cabello levanté la cara para mirarlo, interrogante. ÃÂl nuevamente confundió mi conducta y aprovechó para acercar su boca a la mÃÂa. Se detuvo a un centÃÂmetro de mis labios y me miró. Yo tenÃÂa los ojos entornados, y cuando sentàsu aliento tan cerca actué por reflejo: cerré los ojos y me humedecàlos labios con la lengua. Fue como la señal de arranque para él. Pegó sus labios a los mÃÂos, primero con timidez, pero después con fuerza, y me besó largamente, como si quisiera ahogarme, pegando sus labios a los mÃÂos y después girando la cabeza una y otra vez. Literalmente me dejó sin aire y tuve que separarlo para respirar; jalé una bocanada de aire, apenas lo suficiente antes de volver a sentir sus labios. Sentàsu lengua y la toqué con la mÃÂa, tras lo cual él se olvidó de timideces y metió decididamente su lengua en mi boca. Para entonces ya no escuchaba la lluvia ni los truenos, tenÃÂa los ojos cerrados, concentrada en esa lengua invasora. En ese momento escuché que él se quitaba el cinturón de seguridad y volteaba hacia mÃÂ, que seguÃÂa con el cinturón puesto. Mientras volvÃÂa a besarme con ÃÂmpetu, con fuerza, casi rabiosamente, sentàsu mano izquierda sobre mi teta izquierda y empezó a apretarla. Sentàque me faltaba el aire e instintivamente me quité el cinturón, lo que él aprovechó para desabotonar mi blusa y meter su mano por la parte superior de la blusa hasta tocar mi hombro; luego bajó la mano y la metió bajo el sostén, tocando directamente mis senos. No le costó trabajo sacar mi pecho de su guarida y pegar sus labios a mi pezón, que lo esperaba ya totalmente erguido. Todo este tiempo yo habÃÂa permanecido con las manos inmóviles, una sobre su pierna y otra a mi costado, pero cuando sentàsus labios succionando mis pechos no pude seguir quieta: primero le clavé las uñas sobre la pierna, pero después subàla mano hacia su entrepierna, hasta tocar el bulto duro que bajaba sobre la pierna derecha. Apenas lo toqué, todo se desarrolló muy rápido, como un torrente de agua. Era un auto muy chico y no habÃÂa mucho espacio en el asiento trasero, asàque simplemente hizo los asientos hacia atrás, bajó el respaldo del asiento y casi me recostó; después me subió la falda y, mientras me seguÃÂa besando, metió su mano bajo mis pantis. Ya estaba yo bastante excitada, pero cuando sentàsus dedos dentro mi corazón comenzó a latir aceleradamente. Creo que mordàsus labios y enterré mis uñas en su bulto. Bastaron unos pocos instantes para que su mano quedara empapada; podÃÂa gemir libremente, pues la granizada golpeaba furiosamente el auto y el sonido era escandaloso. No me dio tiempo siquiera de reponerme, pues en cuanto sintió mis estertores creyó que era su oportunidad: se abrió la bragueta, sacó su campeón y puso mi mano sobre él. Automáticamente me aferré a él y empecé a sacudirlo, arriba y abajo; pero ése no era su plan: como su brazo derecho seguÃÂa sobre mi hombro, sentàque me jalaba hacÃÂa él. No hacÃÂa falta ser un genio para saber adónde querÃÂa llegar, pero tampoco tuvo que rogarme: al ver entre las penumbras el pene erguido, majestuoso, pude percibir su aroma inconfundible, fuerte, que me impelÃÂa a acercarme para olerlo más de cerca, para impregnarme de sus aromas, para besarlo y saborearlo. Creo que hago estas cosas en automático, porque nunca supe en qué momento lo tenÃÂa ya dentro de la boca, saboreándolo, chupándolo como paleta, mordisqueándolo y succionándolo, tan diestramente que por sus movimientos entendàque no tardaba en soltar su carga. Iba a sacarlo de mi boca cuando recordé que, en otras ocasiones, apenas lo sacaba recibÃÂa los chorros en la cara, en el cabello o, peor aún, en la ropa. áNo podÃÂa llegar a casa con mi blusa manchada!, de modo que en lugar de separarme me aferré más a él y cerré mi boca por completo alrededor de su glande, hasta sentir los pequeños chorritos que se combinaban con mi saliva. Cuando terminó, simplemente entreabràlos labios y dejé que el lÃÂquido se escurriera sobre su miembro. Mi blusa quedó impecable. Ya no se escuchaban truenos, pero la lluvia no aflojaba. Y aunque estábamos más calmados, su miembro seguÃÂa semierecto; tomé una servilleta y comencé a limpiarlo; por pura maldad volvàa agitarlo, y esto ocasionó que se despertara del todo. No puedo tener en la mano un miembro viril sin que instantáneamente quiera tenerlo adentro. Y creo que él pensaba igual: apenas sintió que su campeón adquirÃÂa mayor firmeza, hizo que me levantara, se pasó al lado del copiloto, me levantó la falda, me bajó la panti y pegó su lengua a mis nalgas. Yo estaba muy incómoda, pues no podÃÂa erguirme y tenÃÂa las piernas semiflexionadas, con las manos sobre la guantera. ÃÂl aprovechó mi postura para poner ambas manos en ms nalgas, apretándolas y apartándolas para meter su nariz entre ellas. Cuando advirtió que por mucho que lo intentara no podrÃÂa meter su lengua en mi culito, porque estaba muy nalgona, hizo que me sentara encima de él. Me levanté un poquito, tomé su miembro, lo coloqué abajo de mày poco a poco me senté sobre él. CubrÃÂa por completo mi cavidad y sentàde inmediato un gran bienestar, como si hubiera adquirido conciencia de tener un hueco en el centro de mi cuerpo y ahora lo hubiera colmado, como si estuviera completa. Lánguidamente, me levantaba y, al sentir los bordes de su glande en mis labios, me dejaba caer otra vez, con cierta lentitud, saboreando el sacarlo y volverlo a meter mientras escuchaba la lluvia afuera. Los vidrios seguÃÂan empañados, pero además ya habÃÂa caÃÂdo la noche. Era muy excitante estar frente a la casa, a unos metros de mis padres, en un espacio público donde cualquiera hubiera podido verme cogiéndome a un hombre, protegidos tan sólo por unos cristales empañados. Incluso podÃÂa escuchar cómo rechinaban los amortiguadores. Hubiera seguido asàdurante un buen rato, pero cuando sentàsus manos a los lados de mi cadera comprendàque se habÃÂa impacientado y querÃÂa acelerar un poquito el proceso, asàque comenzó a golpearme las nalgas con sus testÃÂculos, más rápido más rápido más, provocando que el carrito comenzara a zangolotearse, hasta que por sus gemidos entendàque estaba por venirse y me levanté justo a tiempo, porque se vino con un fuerte grito, salpicando mis nalgas, pero afortunadamente fuera de mÃÂ. Si mis padres lo oyeron, seguramente lo confundieron con otro trueno. Estuvimos ahàtodavÃÂa un rato más, sin movernos, sin asearnos, sin acomodar nuestra ropa, confiados en que la lluvia seguÃÂa protegiéndonos. Aprovechamos ese momento para fumar, hasta que la lluvia cedió. Entonces sàprocedimos a bajar las faldas, a subir los cierres, y estábamos platicando cuando salió mi mamá, que iba a comprar pan. Nos bajamos del coche, y mientras él aprovechaba para saludarla, yo me metÃÂa a la casa queriendo pasar inadvertida. Desde la puerta vi cómo se despedÃÂa, entraba al auto y arrancaba. Fui corriendo a mi cuarto, me lavé la cara, por si acaso, y me cambié de ropa. Cuando mamá regresó, cenamos y entonces comenzó a preguntarme por él. Lo conocÃÂa desde que era un chamaco y siempre le pareció un chico trabajador, guapo y muy decente. A màme parecÃÂa un tipo equis, pero ella lo consideraba digno de su y se desvivió en halagos para el vecino: âÂÂAy, , se ve que le gustas, ÿno te ha pedido que seas su novia?, ÿpor qué no le das una oportunidad? áEs tan trabajador, tan serio, tan respetuoso!â Ay, mamá, ási supieras!...
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Primer contacto
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Publicado en:16 Abril 2021 10:36 am
Última actualización en:16 Mayo 2023 5:34 pm 1278 vistas
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Desde muy muy joven acostumbraba asomarme por la ventana para ver las manadas de perros callejeros persiguiendo perras, hasta que las alcanzaban y las rodeaban; me fascinaba la docilidad con que éstas los dejaban montarlas, uno tras otro, y no podía dejar de mirar esos penes rojos y brillantes como salchichas en aceite, que metían en las colitas de las hembras. En casa me prohibían ver ese espectáculo y me amenazaban con que me saldrían perrillas si seguía espiando; sin embargo, mis amigas me dijeron que no me preocupara y me explicaron que "eso" es lo mismo que hacen los hombres con las mujeres. Semejante explicación incrementó mi curiosidad, pues creía entonces que mis compañeros de clase también tenían los penes rojos y brillantes. En educación física los veía brincando en shorts y era advertir el movimiento de sus miembros. Hipnotizada, imaginaba que de pronto me perseguirían y yo me echaría a correr y que me alcanzarían en el fondo del patio, donde me rodearían y me bajarían el short, me pondrían de rodillas y con los codos en el suelo, dócil como una perrita, para luego meter sus rojas salchichas en mi colita, uno tras otro. Me daba pena platicar de esto con mis hermanas y prefería concentrarme en los hombres a mi alcance. Convivía mucho con mis primos, algunos de ellos muy guapos; pasábamos juntos las tardes y practicábamos juegos como el burro castigado, las coleadas y las cebollitas. ¿Los conocen? Los dos primeros eran muy bruscos y casi siempre terminaba con las rodillas raspadas; por eso mi favorito era el tercero, en el que todos nos sentábamos uno tras otro y nos sujetábamos por la cintura para evitar que nos separaran. Era de las pocas veces en que tenía libertad para abrazar (y dejarme abrazar) sin que mis hermanas me regañaran. Al principio lo hacía sin malicia, pero después comencé a sentir algo diferente cuando el primo que estaba atrás se me pegaba como chicle; fingía no darme cuenta cuando una de sus manos permanecía sobre mi ombligo, pero la otra subía hasta mi pecho aprovechando la intensidad del juego. Siempre terminaba agitada y con las mejillas rojas. Yo era muy delgada, pero tenía piernas bonitas y, aprovechando que las minifaldas estaban de moda, las usaba todo el tiempo. Así andaba por la casa, frente a mis primos. Eran de mi edad, más o menos. Una tarde estaba el mayor sentado en el sillón; fingí no darme cuenta de que el lugar estaba ocupado y me dejé caer en él. Por supuesto, mis nalgas aplastaron su pene, pero no se quejó; y yo, en lugar de quitarme de inmediato, fingí sorpresa y le dije: "¡Ay, perdón, no vi que estaba ocupado, ahorita me quito!", pero no me quité; mi primo simplemente se rio y me pasó los brazos por la cintura, como en el juego. Pero esa vez mordisqueó mi orejita derecha y creo que el momento fue mágico, porque no sólo sentí que mi corazón empezaba a latir muy fuerte, sino que también advertí que su pene se ponía duro y caliente. Por primera vez sentí cosquillas en mi colita y quise rascarme, pero esto hubiera implicado tocar su miembro con la mano, de modo que decidí restregar mis nalgas sobre mi primo, en parte por la comezón, en parte por travesura. Al darme cuenta de que mi colita y su pene estaban casi pegados (sólo los separaba un cachito de tela), pues bastaba bajar su cierre y levantar mi falda para sentir su salchicha dentro, experimenté vértigo, y cuando sentí que su mano trataba de agarrar mi pecho, como en el juego, apenas pude voltear la cabeza para darle un beso. Cuando él se movió para devolvérmelo, cerré los ojos y, en el momento en que sentí sus labios pegados a los míos, escuché pasos y me tuve que levantar rapidísimo para acomodar mi falda e irme corriendo, pues cualquiera se hubiera dado cuenta de que mis mejillas estaban muy rojas y mi respiración muy agitada. No sólo fue mi primer beso en la boca, sino que también fue la primera vez que sentí crecer entre mis nalgas el miembro de un hombre. Pocos días después lo conocería mucho mejor, aunque el relato correspondiente (que publiqué en estas mismas páginas hace muchos años) lo recrearé la próxima vez. ¡Besos!
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